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Cuatro días en Extremadura. Noviembre 2018


Los que me conocen saben que puente es sinónimo de escapadita y en septiembre cuando recibí el calendario escolar marqué en rojo el puente de noviembre. Cuatro días daban para mucho y no íbamos a desperdiciar la oportunidad de un viaje cortito. Como Pau no podía por compromisos personales decidimos irnos Altea y mis padres. Tras mirar los sitios dónde ir nos decidimos por Extremadura.
Reservamos este apartamento en Cáceres y la verdad es que acertamos completamente. El apartamento de tres habitaciones era perfecto para nosotros. Andando a cinco minutos del centro histórico y la verdad que el casero un encanto.
 
Salimos de Valencia tan pronto como terminé de trabajar y llegamos sobre las 23 horas a Cáceres. Dejamos las maletas en el apartamento y nos fuimos a cenar. Nos decantamos por LaLola. Nos lo habían recomendado y la verdad es que fue bien. Luego regresamos al apartamento y nos fuimos a dormir.
 
El primer día completo lo dedicamos a Cáceres. No quisimos coger el coche y nos dedicamos a visitar la ciudad. Quisimos andarla sin un itinerario claro marcado. Cáceres es una ciudad muy accesible de visitar y lo tienes todo al alcance. Tiene sitios tan maravillosos como la Plaza Mayor, el Arco de la Estrella, la Concatedral, los numerosos palacios (Golfines, Diputación, Hernando Ovando, Episcopal...), las plazas (San Mateo, Veletas...), el barrio judío...Mención especial al Arco de la Estrella y a la Plaza Santa Maria que aparecen en Juego de Tronos.
Hicimos una parada para comer en un restaurante maravilloso: La Cacharreria. Tapas buenísimas y muy asequibles.
Luego continuamos disfrutando de la ciudad hasta que sobre las siete de la tarde nos retiramos para descansar, hacer la cena y dormir.

El segundo día lo dedicamos a recorrer pueblos y ciudades más alejados. Comenzamos por Plasencia. Tengo que decir que me decepcionó un poco. La Plaza Mayor y las dos catedrales son lo más destacable aunque no nos entusiasmó mucho. Los más destacable fue la fruta y la verdura que compramos en la plaza.

De Plasencia nos fuimos a Hervás. La verdad es que es un pueblo conocido por tener el barrio judío más grande de España y merece la pena dedicarle una hora por lo menos. Vimos las vistas desde el río con su conocido puente y caminamos por la judería. Cabe destacar también las vistas desde la iglesia más alta. Se ve todo el pueblo. Dada la hora decidimos continuar a Cacos de Yuste y comer por allí pero compramos algo de comer para Altea.
Conducir hasta el Monasterio de Yuste se nos hizo un poco pesado. Pensábamos comer por las inmediaciones pero nuestra sorpresa fue que al llegar no había nada. Así que decidimos entrar al monasterio y luego buscar sitio para merendar. El monasterio vale mucho la pena. La visita es muy agradable y tiene rincones muy bonitos. Se visitan las habitaciones, patios, despachos... Las vistas son muy agradables.
Nuestra última parada del día era Trujillo. No defraudó. Trujillo, que también fue escenario de Juego de Tronos en la séptima temporada, es un pueblo de postal. El castillo en lo alto y sus calles hacen que la visita merezca la pena. Se pueden visitar las torres, el castillo (que para mi gusto estaba demasiado reconstruido), la Plaza Mayor… Justo había una feria de cerveza artesana así que tras dar una vuelta y subir al castillo decidimos tomarnos unas cervezas y comer algunos quesos y dulces que habíamos comprado. No fue la comida más copiosa pero estuvo genial ver casi atardecer allí.

Decidimos volver a casa y ducharnos después del día tan intenso que habíamos tenido. Cenamos y nos fuimos a dormir.
 
El sábado lo dedicamos a visitar tres sitios más. Comenzamos nuestra ruta por Mérida. Ciudad que me enamoró desde el principio. De camino al Anfiteatro paramos un momento para sacarnos un par de fotos de parte de la muralla en la Plaza de las Méridas. Aparcamos cerca del Anfiteatro y casi en la puerta había un tren que hacía la ruta turística por los principales enclaves de la ciudad. Decidimos hacerlo para orientarnos y la verdad es que los monumentos son una pasada pero el recorrido era bastante feo. Prometía más de lo que ofreció. No lo volvería a hacer. 
El tren acababa en la puerta del Anfiteatro de nuevo así que nos pusimos a la cola para comprar las entradas. Hay que tener en cuenta que hay dos colas: una para comprar las entradas en mostrador y otra para pagar con tarjeta. Las colas no están bien señalizadas pero nosotros por suerte lo vimos y nos saltamos la cola larga y pagamos en las máquinas.

Una vez entras al complejo te quedas con la boca abierta. Todo el recorrido es bastante accesible con carros y la verdad es que está muy conservado. ¡Nos encanto!
Decidimos volver, esta vez andando, al puente romano sobre el Guadiana ya que desde el tren no habíamos podido verlo con claridad. El camino nos pareció muy agradable y el entorno es idílico. El puente se puede caminar y tiene una extensión de más de medio kilómetro. Comienza en una plaza donde se encuentra una copia de la conocidísima escultura de Rómulo y Remo amantados por una loba. Altea decidió que ella también quería y nos paramos un ratito a contemplar las vistas.

De vuelta al coche paramos en el Templo de Diana. Otra magnífica conservación. Llegamos al coche y fuimos hasta el Acueducto de los Milagros. La vista es impresionante. ¿Cómo es posible que todavía siga en pie y cualquier construcción actual a los 100 años esté para restaurar o derribar y volverse a erigir?
Nos despedimos de Mérida y pusimos rumbo a Medellín. No queríamos que se volviese a repetir lo del día anterior así que lo primero que hicimos fue ir a buscar un sitio para comer. Paramos en un llano donde se veía perfectamente el Puente de los Austrias. De casi medio kilómetro y que fue construido con los restos de un antiguo puente romano. Otra maravilla de la construcción antigua.
Entramos en un hostal que tenía restaurante y comimos de menú. Sencillo y de comida típica: migas, bacalao…¡ Muy bueno todo!
Con el estómago lleno nos dirigimos al castillo. Es un paseo cuesta arriba que ofrece unas vistas muy bonitas del pueblo y del puente. Tengo que decir que el castillo de Medellín fue de las cosas que más me sorprendieron. Un castillo no tan reconstruido como el de Trujillo y que por dentro estaba muy bien conservado. Pudimos subir a las torres, visitar el aljibe, caminar por la muralla… ¡Fue una visita de diez!
Eran ya las cuatro y media cuando nos quedaba por visitar el Monasterio de Guadalupe. Nos pusimos en marcha con la esperanza de poder entrar, pues la última visita era a las seis y el GPS nos indicaba que llegábamos a las seis menos cinco. Mientras subes la carretera hay un mirador desde donde se puede ver el monasterio rodeado por el pueblo. Nosotros no nos pudimos parar ya que teníamos el tiempo justo. Un consejo: aparcad en el aparcamiento de la entrada. Las calles de Guadalupe son muy estrechas y con un coche grande difíciles de maniobrar.
Llegamos a las seis y cinco pero nos dejaron entrar. Un hombre muy amable nos acompañó hasta donde estaba el grupo que ya había comenzado la visita.
A mi no me entusiasmó demasiado. No se visita mucho del edificio, casi todo lo que se ve son ornamentación, reliquias, iconografía, libros y ropajes…. Yo esperaba algo más parecido al de Yuste que se visitan las habitaciones, los jardines… pero no. Al final de la visita un franciscano nos llevó a ver a la Virgen de Guadalupe y dio por finalizado el recorrido.
 
Al salir del recinto ya era de noche así que nos volvimos hacia Cáceres. De vuelta pasamos por el mirador de la entrada pero no merece la pena. El monasterio no está iluminado de noche tal y como lo están los castillos o los edificios emblemáticos de otras ciudades. Fue una pena, creo que le daría desde lo lejos un toque majestuoso.
 
Llegamos tras una hora y media a Cáceres y fuimos directos a cenar. Quisimos repetir en la Cacharreria por su trato y su comida. Luego volvimos al apartamento, ducha y maletas.
 
El último día siempre es el más triste para mí. Se acaban las vacaciones cortas o largas y de pensar en las lavadoras y en la rutina la verdad es que me da un poco el bajón. En un principio decidimos volver y hacer la parada de comer en Aranjuez para visitar la ciudad pero el GPS nos indicaba que había tráfico y que la hora estimada de llegada a casa cada vez era más tarde. Decidimos suprimir la visita a Aranjuez y parar a comer en un sitio de camino. Nos decantamos por un restaurante en Almonacid de Toledo y la verdad es que era demasiado pijo para nuestro gusto pero comimos bien y continuamos el camino a casa. Llegamos muy cansados pero felices de haber visto un trocito más de este planeta.
Yasmín

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