Tras
muchos preparativos durante todo el año, por fin comenzamos nuestro
viaje el catorce de agosto. Para este viaje nos habíamos empapado de
muchos blogs y consejos y era el primero en el que muchos de los
trayectos que teníamos que hacer eran con buses y trenes locales que
no se podía comprar el tique con antelación. Aunque habíamos leído
que no íbamos a tener problema y que todo el mundo lo hace así,
para nosotros era un poco estresante el pensar que si no había un
billete para el día que queríamos pues se nos descuadraba todo el
viaje.
También
comenzamos el viaje muy tocados emocionalmente. La mamá de Pau había
fallecido unas semanas antes de forma inesperada y para él era un
viaje muy duro pero necesario. Por lo que decidimos tomárnoslo con
más relax y dejarnos llevar por los días.
Día 1: Vuelos y toma de contacto
Como
ya venía siendo habitual, el catorce de agosto hicimos nuestro ya
tradicional viaje Valencia-Madrid. El tren fue rápido y Altea se
lo pasó en grande como siempre que salimos de viaje. Desde Atocha
nos fuimos a Barajas y de allí embarcamos con Emirates para el ya
mítico (por tercer año consecutivo también) Madrid- Dubai. Este
año nuestro enlace en Dubai era a Bankok.
Altea
se pasó todo el primer vuelo andando arriba y abajo del avión y
siendo el juguete de las azafatas. El segundo vuelo fue dormida todo
el rato. Casi siete horas que aprovechamos para descansar, ver alguna
peli y leer un poco.
Elegimos
esta combinación con Emirates por varias razones: la primera eran
los horarios de salida y llegada. Con Altea no queríamos llegar o
salir a horas que hubiese que madrugar mucho o que trasnochar en
exceso. También buscamos un vuelo que hiciese una escala corta. Con
ella pasarnos cinco horas de escala pues era un poco cuesta arriba.
Encontrar una compañía que cumpliese esas condiciones y un precio
competitivo pues es complicado. Nos costaron los vuelos 913 euros a
nosotros y 83 euros Altea. Al final salimos a mediodía hacia Bangkok
y volvíamos de noche para descansar en el vuelo.
Aterrizamos
en Bangkok sobre las cinco de la tarde lo que nos permitió coger
tranquilamente un metro y un tren hasta llegar al hotel. De camino
pasamos por la oficina de 12Go Asia. En esta empresa reservamos los
transfers que pudimos desde casa. Pagas un poco más pero te aseguras
que tienes billetes. La condición es que tienes que recogerlos en su
oficina. Caminando desde la estación de metro hasta el hotel pasamos
justo por delante así que aprovechamos para cogerlos y no tener que
volver en otro momento.
Llegamos al hotel en
pleno barrio chino. La verdad es que parecía que nos encontrábamos
en Hong Kong más que en Tailandia. Todo eran residentes chinos,
restaurantes, tiendas… Al entrar nos subieron de categoría ¡Bien!
El hotel nos gustó mucho. Lo elegimos en esa zona por estar cerca de
la estación de tren. Habíamos visto otros barrios pero preferimos
la comodidad de estar cerca de nuestro siguiente transfer antes que
en un barrio de fiesta. Nos hemos hecho mayores… jejeje
Nos dimos una ducha
(que falta nos hacía) y salimos a dar una vuelta. Cuando se hizo la
hora de cenar nos metimos en The Canton House. Comimos fenomenal y lo
que no nos terminamos nos lo llevamos para casa. Tengo que reconocer
que metido en una bolsa de plástico muy apetecible no era llevarse
las sobras… ¡Y probamos la cerveza tailandesa que nos la habíamos
ganado!
Volvimos a intentar dormir pero el jet lag nos golpeó fuerte. Sobretodo con Altea que quiso fiesta durante un buen rato.
Volvimos a intentar dormir pero el jet lag nos golpeó fuerte. Sobretodo con Altea que quiso fiesta durante un buen rato.
Días 2 y 3. Bangkok
Nuestro primer día
completo en BKK pintaba muy bien. Tres templos relativamente cerca y
luego tiempo para explorar por nuestra cuenta. Terminó siendo muy
distinto: visita de un templo y un buen aguacero...
Desayunamos en el
hotel y terminamos de programar la ruta. Nuestra primera parada era
el Wat Pho. Un conglomerado de templos muy bien conservados
donde puedes encontrar una estatua de Buda reclinado espectacular.
¡Con la boca abierta te quedas cuando lo ves!
El calor comenzó a apretar y fuimos hacia el segundo templo. El Wat Phra Kaew. Media hora de cola y empujones. Cuando por fin conseguimos pasar el hall nos dijeron que Pau no podía entrar con el pantalón por la rodilla. Le dijimos de taparnos con un fular pero no nos dejaron. Hay que llevar pantalones… Entre el sudor, el cansancio y molestos por las formas decidimos volver al hotel a comer.
Descansamos un poco
hasta que el calor bajó y salimos a dar una vuelta con la intención
de comprarnos unos pantalones para poder entrar a todos los templos
sin problemas. Cuando nos encontrábamos andando tranquilamente
comenzó a llover como pocas veces he visto. De repente el agua
comenzó a llegarnos por los tobillos, el carro de Altea mojado y
nosotros empapados. Volvimos como pudimos al hotel y nos quedamos
allí a cenar, en la terraza.
El segundo día nos
levantamos por culpa de una tormenta espectacular. Como Pau estaba
durmiendo, Altea y yo nos fuimos a la azotea a disfrutar de los rayos
y los truenos. Hubo algunos que hicieron retumbar la cristalera.
Sobre las ocho dejó de llover lo que nos permitió desayunar y
ponernos en marcha para visitar los dos templos que nos habíamos
dejado pendientes. Volvimos al Wat Phra Kaew y
esta vez no había casi gente lo que nos permitió verlo más
tranquilamente. Es el templo más importante del país y tiene una
representación de un buda tallado en jade. Tuve otro 'efecto Guerrer
de Moxient'.
Con
las previsiones de lluvia acechando volvimos al hotel. Nos duchamos
y nos preparamos para irnos a la estación de tren. De camino nuestro
tercer objetivo Wat Traimit. Con su escultura de oro
macizo de buda. ¡increíble! Pau no quiso entrar y se quedó bajo
con todo el equipaje y con Altea. Yo me di una vuelta rápida y
seguimos hacia la estación.
El
tren con destino Ayutthaya era mucho mejor de lo que me esperaba.
Había espacio suficiente para el equipaje y estaba muy limpio. Tras
un par de horas llegamos a la ciudad y lo primero que hicimos fue
andar hacia el hotel.
Ayutthaya
está dividida en dos zonas. Una pegada a la estación y la otra
cerca de la parte antigua y de todo lo que merece la pena ser
visitado. Nosotros nos decantamos por la primera por estar cerca del
tren de llegada y del bus de salida del día siguiente. Al fin y al
cabo nosotros solo queríamos visitar la parte antigua de día.
Al
llegar al hotel que se encontraba muy cerca, dejamos las maletas y nos
fuimos a buscar un tuc tuc que nos llevase a la estación de bus.
Nuestro primer objetivo era comprar los billetes para el día
siguiente para no quedarnos sin transfer.
Volvimos
a las inmediaciones de la estación que es donde puedes encontrar a
todos los conductores y nos acercamos a uno que nos pareció muy
majo. Nos llevó a la estación y le pedimos si para el día siguiente
nos podría hacer de guía por la parte antigua. Tuvimos suerte
porque el hombre se portó fenomenal. Tras comprar los billetes nos
devolvió al hotel y quedamos en vernos en la mañana.
Fuimos
a cenar, a comprar comida para el trayecto del bus (¡6 horas!) y a
dormir.
Día 4: Ayutthaya
El
día que pasamos en Ayutthaya lo disfrutamos a tope. Merece mucho la
pena hacer una parada en esta ciudad que todavía conserva templos y
stupas preciosas. Fue de lo mejor de todo el viaje para mí.
Tal
y como habíamos pactado con el conductor, apareció puntualmente a
las diez de la mañana para nuestro tour de cuatro horas.
Consideramos que con cuatro o cinco horas es suficiente para ver lo
más destacable. Nuestro bus salía a las seis de la tarde por lo que
teníamos tiempo luego de sobra para poder descansar.
La
primera parada que hicimos fue a Wat Yai Chai Mongkhon. Es uno
de los templos más conocidos y bonitos. Se caracteriza por unas
estatuas enormes y unas escaleras muy altas. ¡Altea estaba feliz de
poder andar! Estaba todo limpísimo y con las telas amarillas y
naranjas típicas que envuelven los santuarios.
Volvimos
al tuc tuc y nos llevó hasta el Wat Maha That.
Probablemente una de las
imágenes más fotografiadas de Tailandia es el buda entre las
raíces. Se encuentra allí mismo y si verlo en foto impresiona,
cuando lo ves en realidad es mucho más espectacular. No había mucha
gente por lo que pudimos estar tranquilos aunque el calor comenzaba a
apretar mucho...
La tercera parada fue mucho más tranquila. Estábamos solos en el Wat
Lokayasutharam o buda acostado. 37 metros de largo mide esta
estatua vestida con las telas amarillas.
Nuestra siguiente parada fue otro templo muy conocido. El Wat
Ratchaburana. Zonas verdes y
chedis se entrelazan con las construcciones. Nos abrió el apetito
tanta belleza que nos comimos unas manzanas y galletas.
Volvimos al tuc
tuc y fuimos hacia el Viharn Phra Mongkol Bophit. Lamentablemente
estaba cerrado y no vimos la estatua de buda de oro. Encima comenzó
a llover.
Por último
visitamos el Wat Phra Si Sanphet. Aquí
Poppy se había dormido ya y no vio nada.
Cerca
de los templos vimos unas paradas de comida con unas galletas con muy
buena pinta. Decidimos probarlas y ¡vaya acierto! ¡buenísimas!
Una vez terminado
todo el conductor nos llevó al hotel. Pedimos una habitación para
ducharnos y muy amablemente nos cedieron una para poder refrescarnos.
Eran las dos y hasta las seis no salia el bus así que Pau se fue a
comprar algo de comida y nos quedamos tranquilos hasta que volvió el
conductor para nuestro viaje de despedida.
La estación era un
bajo con unas sillas de espera y un cartel minúsculo, El bus al
final vino con retraso y allí estuvimos esperando con Altea que se
hizo amiga de todos con sus gracias. Incluso una mujer sacó un peine
y la peinó. Fue muy divertido.

Subimos al bus y
descubrimos otra dimensión. Los asientos eran comodísimos,
espaciosos e incluso nos dieron comida como en los aviones. Una
azafata se encargó de que todo estuviese genial. ¡Era como ir en
primera clase!
Llegamos sobre la 1
de la madrugada a Sukothai y avisamos al hotel que llegaríamos tarde
por culpa de retraso. En la estación había muchos tuc tucs así que
apalabramos el precio con uno y nos llevó hasta el hotel. Nos dimos
una ducha y a dormir.
Día 5: Sukothai
Si Ayuthaya me
encantó, Sukothai me dejó sin palabras. El viaje que no estaba
siendo todo lo alegre que queríamos iba mejorando por días. Cada
vez era más bonito lo que visitábamos.
Nos despertamos en
el hotel y fuimos a hacer el check in. La noche anterior solo nos
habían abierto la puerta y dado la clave de wifi. Era un hotel
familiar muy pequeño pero muy limpio, muy bien de precio y con un
personal fantástico. Recomiendo este sitio a todo el mundo que vaya.
Nuestra experiencia fue genial. Lo elegimos porqué tenía alquiler
de bicicletas y no nos defraudó. Hablamos con el recepcionista y le
preguntamos si sabía posibilidad de alquilar un carro para llevar
a Altea en la bici. Nos dijo que el se encargaba y que nos fuésemos a
desayunar. Nos dijo que no arreglásemos la habitación para poder
ducharnos antes de ir al aeropuerto
Mientras
disfrutábamos del desayuno lo vimos arriba y abajo con unas bicis y
con una silla de bebé para una de ellas. Cuando terminamos el hombre
muy contento nos enseño que la había instalado. ¡Menuda sorpresa!
El hombre nos dejó gratis dos bicis nuevas y había comprado una
silla para bebé para Altea.
Cogimos las bicis y
nos fuimos hasta el parque histórico de Sukothai. Todo el mundo lo
hace andando o con bicis. Es un paseo muy cómodo y está
perfectamente señalizado y con paneles informativos. No se me ocurre
mejor manera de visitarlo que en bicicleta. Pagamos la entrada y nos
dispusimos a hacer la vuelta por lo más destacado. Todo el complejo
es una vasta extensión verde con árboles y plantas. Y Altea…
¡Feliz de ir en bici!
Visitamos
el Wat Mahathat, el Wat
Si Sawai, el Wat Sa
Si… Todos imprescindibles.
Altea
comenzó a frotarse los ojos hasta que se durmió. Tuvimos que atarle
la cabeza con los pantalones para que estuviese más cómoda. ¡No se
queja de nada! A todo se acopla...
Volvimos al hotel tras dar una vuelta. Terminamos las maletas y nos
duchamos. Hicimos turnos para comer y que uno pudiese descansar. Me
llevé a Altea a un bar cerca y nos pedimos arroz, gambas, tortilla
de mejillones (si suena mal, sabe peor) y brochetas de carne (a saber
qué carne) para Altea. Nos lo comimos todo y volvimos para ver a
Pau. Luego hicimos al revés, Altea se había dormido y Pau se fue
tranquilamente a comer mientras yo descansaba.
Teníamos
el transfer al aeropuerto reservado y vinieron a buscarnos. Sukothai
tiene un aeropuerto muy pequeño y rudimentario. La sala de espera
era como una gran terraza y la pista un trozo de asfalto… Eso sí,
mientras esperas a que salga tu vuelo puedes comer galletas,
palomitas, refrescos, dulces… Altea se puso las botas con las
palomitas.
Volamos
a BKK, nos sirvieron comida y el vuelo no estuvo mal del todo. De BKK
volamos a Chiang Mai (no hay directo). En este vuelo dormimos los
tres todo el rato. Chiang Mai nos recibió con lluvia, mucha lluvia.
Cogimos el taxi y nos fuimos al hotel.
Desayunamos y nos fuimos hacia el Wat Chiang Man. Es un templo pequeño que alberga una estatua de buda.
Relativamente cerca se encuentra el Wat Phra Singh. Uno de los templos más importantes de la ciudad. De camino nos compramos un coco en un puestecito callejero pero como siempre Altea terminó por adueñárselo.

El templo es grande y se pueden ver monjes por el recinto. Altea se durmió antes de llegar y tuvimos que hacer turnos para verlo.
Andando llegamos hasta el Wat Pha Bong. El tercer templo ya nos comenzó un poco a saturar. El calor y la humedad apretaban bastante.
Poppy se despertó y paramos por el patio del Wat Chedi Luang. Se comió un mango y dimos una vuelta por templos y stupas.

Cuando se hizo la hora de comer nos acercamos a un restaurante thai. Precio y comida muy buena. Altea se comió arroz con piña, anacardos y gambas. También parte del padthai picante de Pau.
Enseguida comenzó a llover y nos fuimos hacia la habitación. Descansamos un poco y nos duchamos. Si visitas Chianmai tienes que intentar que coincida en domingo. Las calles principales se convierten en un macro mercado de artesanía, ropa, joyas, decoración…
Andando por el mercado de repente nos tropezamos con una amiga. ¡Gal·la! De Gandía a Tailandia. Compramos algunas cosas y nos fuimos a dormir.
La mañana siguiente adrugamos un poco ya que habíamos quedado con un tuc tuc para visitar el Doi Suthep. Es un templo que hay en lo alto de una montaña. A nosotros no nos pareció nada del otro mundo. Nos comimos unas mazorcas de maíz y nos volvimos al centro.
Al llegar nos vino a recoger un taxi para llevarnos a un santuario de elefantes. En teoría rescatan a elefantes que están siendo explotados y allí los tienen cuidados. La actividad consiste en alimentarlos un poco, bañarlos en el río y rebozarlos de barro. Altea era una más y se metió en el río, se puso hasta arriba de barro y les alimentó con plátanos. No podría asegurar al cien por cien si realmente no los explotan. La verdad es que fue divertido pero no nos quedamos del todo tranquilos si realmente habíamos contribuido a su mejora. Comimos allí y nos volvimos al hotel.

Nos habíamos reservado un masaje así que hicimos turnos. Primero fue Pau y luego yo. Cuando terminamos nos acostamos a dormir.
Llegamos a mediodía en un bus cómodo y tras algunas horas de trayecto. Un tuc tuc nos llevó hasta el alojamiento, hicimos el check in y nos aseguramos de tener un transfer para el aeropuerto nuestro día de viaje.
La primera parada fue un mercado para comprar fruta, agua y algunas cosas que nos hacían falta. De vuelta pasamos por un puesto de comida y compramos para que Altea pudiese comer. Nos bañamos en la piscina y estuvimos descansando.
Por la tarde una vez duchados y descansados nos fuimos andando al centro. Está muy cerca de nuestro alojamiento. Nos habían recomendado un espectáculo de luces que hacen en una calle donde hay un reloj. Se encendía de colores y sonaba música. Altea estuvo muy entretenida.
Muy cerca está el mercado nocturno. Hay ropa, artesanía, decoración… Y una zona para comer. Alrededor hay puestos como en un mercado, pides lo que quieres, te lo calientan o cocinan y te puedes sentar en el centro que hay mesas y sillas. Nosotros pedimos pescado y padthai. Comimos fenomenal.
De vuelta apalabramos un tuctuc para ir al día siguiente a dos templos que se encontraban un poco alejados del centro. Quedamos a las diez de la mañana. Nos fuimos al hotel a dormir.
A la mañana siguiente el conductor muy puntual nos llevó en primer lugar al Wat Rong Khun, también conocido por el templo blanco. Es una construcción todavía no terminada. Es un templo moderno en el que se pueden ver imágenes tan variopintas como Hello Kitty, Kung Fu Panda, Michael Jackson… Todo en tonos blancos y grises. La zona es muy agradable y hay un par de bares para tomar algo.
Acabada la visita volvimos al tuc tuc. Nos llevó entonces al Wat Rong Suea Ten o templo azul. Otro templo que se sale de lo convencional. Decorado todo en tonos azules brillantes destaca una escultura interior en blanco gigante. Altea se pasó todo el rato que estuvimos allí diciéndole hola al buda y haciendo volteretas. Tanto, que una señora que cuidaba el templo quiso hacerse fotos con ella.

Decidimos volver al hotel a la piscina y a descansar. Comimos algo y nos quedamos por allí.
Recuperadas las fuerzas volvimos a la zona de mercados del centro. Paramos en un puesto que había una mujer asando pescados. Me compré uno que me supo a maravilla. El pescado iba en una hoja de palmera y como no, Poppy quiso también.

Llegamos a la misma zona que el día anterior y Pau quiso hacerse un masaje. Enfrente había una cafetería llena de gatos. No nos lo pensamos dos veces y nos fuimos allí a tomar algo rodeadas de gatetes. Altea se lo pasó en grande acariciando a los gatos y bebiéndose mi batido de chocolate.
Al terminar, nos fuimos a cenar a un sitio de barbacoa. ¡Menudo acierto! En las mesas había un caldero lleno de brasas y nosotros pedimos algo de carne, pescado y verduras. Nos lo cocinamos nosotros.
Volvimos a dormir y a recoger la habitación. Nos esperaba un día largo a la mañana siguiente.

Dormimos todo el vuelo a Bangkok. Cuando llegamos fuimos en metro hasta la estación de tren. Nos apetecía mucho probar el tren en Tailandia. La verdad es que el servicio ferroviario fue fantástico. Era un tren nocturno y tras comer algo que habíamos comprado en la estación nos dormimos todo el trayecto.
A las cinco de la mañana llegamos a Chumphon. Bajamos y nos acercamos al bus que nos llevaría hasta el puerto. Todo parecía ir bien hasta que el bus se estropeó y tuvimos que bajar todos y esperar a uno de repuesto. Altea estuvo durmiendo todo el rato.
En el puerto compramos los tiques a Koh Tao y esperamos a que zarpara.
Al llegar, nos buscamos un tuc tuc que nos llevase al alojamiento. El hotel estaba bien. No de lo mejor que hemos estado pero tampoco mal. Teníamos tres camas y además la piscina estaba limpia. Descansamos un poco y nos duchamos para salir a comer.
Después decidimos ir a investigar y encontrar una playa de la que nos habían hablado pero andamos por cuestas y por rocas y no la supimos descubrir. Al final desistimos y volvimos hasta la zona del hotel. El tiempo no acompañaba mucho pero pasamos el rato allí.
De vuelta paramos en una agencia para reservar para el día siguiente un tour por la barrera de coral y las calas cercanas.
Quisimos cenar pizza para descansar de la comida asiática una poco y encontramos un sitio que no estaba nada mal. Lo que nos sobró lo desayunamos al día siguiente.
El segundo día completo en Koh Tao comenzó cuando antes de las diez de la mañana nos vinieron a recoger para hacer el tour en barco por la barrera de coral y los alrededores. Llegamos a la oficina, nos inscribimos y nos dieron aletas, tubo y gafas de buceo.
La primera parada fue Koh Nanguyan. Una isla pegada a Koh Tao de arena blanca y agua cristalina. Allí nos dejaron un par de horas. Pau se fue a hacer snorkel y yo me quedé con altea buscando conchas. Se veían los peces a simple vista. Pau vio hasta un tiburón.
Cuando se hizo la hora regresamos al barco y nos dieron de comer. Había una especie de bufé abordo. Altea cayo rendida y durmió dos horas en una esterilla en el suelo.
Luego paramos hasta en cuatro sitios más: Mango Bay, Lighthouse Bay, Aow Leuk y Shark Bay. Yo no bajé del barco para quedarme con la nena pero Pau disfrutó del snorkel.
A las seis regresamos al puerto y nos duchamos y cenamos. Nuestros dos días en Koh Tao habían sido bastante más relajados y tranquilos aunque el final del viaje se acercaba ya.

Sobre las doce volvimos, nos duchamos y salimos a comer para hacer tiempo hasta que llegase nuestro transfer. Llegamos al puerto y estaba lleno de gente que venía, otros se iban… Era un poco caótico pero no tuvimos problemas para encontrar los billetes. El ferry tarda unas dos horas dependiendo del estado del mar. Nosotros pensábamos que los ferris eran cutres y en realidad están fenomenal.
Llegamos a Koh Samui y nos fuimos directos al hotel. Para los dos últimos días en Tailandia había decidido reservar en un resort que nos dejase buen sabor de boca al final del viaje. Las vistas eran espectaculares y las instalaciones también. El único inconveniente es que hacía falta vehículo para moverse.
Nos refrescamos en la piscina y cenamos en el mismo restaurante del hotel. La comida estaba buena pero el servicio fue lamentable. Tardaron casi una hora en traer la comida. Nos fuimos a dormir al rato de cenar.

Nos levantamos con ganas de explorar un poco la isla y decidimos ir andando hasta encontrar un taxi. El hombre, muy amable, nos propuso una ruta para ver lo más destacable de la isla.
La primera parada fue Wat Phra Yai o Gran Buda. Es un templo con unas escaleras muy altas y un buda de unos doce metros. Alrededor del buda hay unas campanas para tocarlas cuando pides un deseo y Altea no paró de hacerlas sonar.
Luego nos llevó al Wat Plai Laem. Es un templo budista que se encuentra en un lago con tres puentes. Al final de esos puentes hay tres estatuas. El sitio era muy tranquilo y se respiraba paz. Pasamos allí un ratito imitando las posturas de las estatuas.

Una vez vistos los dos templos le pedimos al conductor que nos llevase al Fishermans Village. Es un pueblo pesquero lleno de restaurantes que ofertan en su mayoría lo que han pescado del día. En las puertas se pueden ver los menús y combos que hacen. Nosotros nos decantamos por uno que ofrecía un plato de todo un poco: gambas, langosta, pescado, cangrejo… Aunque no era el más barato, fue el que mejor sensación nos dio. Además conseguimos una mesa con vistas. ¡Buenísimo!
Altea comenzó a encontrarse mal de la barriga y no quiso comer más que arroz blanco. Al salir compramos los últimos souvenirs y nos volvimos al hotel. Cuando llegamos, Pau comenzó a sentirse mal también. De hecho, se tuvo que acostar y nos salimos Altea y yo a la piscina a disfrutar de nuestros últimos ratitos de vacaciones… No cenamos.
Nuestro último día comenzó con la incertidumbre de saber si íbamos a tener problemas de estómago pero parece que nos respetó. Teníamos un largo camino por delante así que nos quedamos en el hotel por la mañana ultimando maletas y en la piscina.
Sobre las cinco de la tarde pedimos un taxi para ir al aeropuerto. Al final acabamos compartiéndolo con otra pareja que se hospedaba en el mismo hotel. Llegamos al aeropuerto de Koh Samui y sin problemas embarcamos hacia Bangkok. Una vez aterrizados recogimos el equipaje de la cinta y lo volvimos a facturar en Emirates esta vez con destino Madrid.
Como siempre los dos vuelos fueron genial. El viajar de noche ayuda mucho a que podamos descansar y Altea se entretuvo mucho caminando por el avión.
Aunque siempre recordaremos Tailandia con el sabor agridulce de las circunstancias, para nosotros supuso un reto con Altea. Esta vez no era Japón, un país con todos los servicios sanitarios al alcance, unas comunicaciones y carreteras excelentes o una variedad gastronómica abundante. Tailandia era un reto para nosotros, de demostrarnos a nosotros mismos que con niños es posible viajar a destinos exóticos. ¡Lo hemos conseguido!
Días 6 y 7: Chiangmai
El primer día completo en Chian Mai lo dedicamos a los templos más cercanos al hotel. En la misma recepción reservamos el bus a Chiangmai, un traslado a un templo que está más alejado y por último una visita a un santuario de elefantes.Desayunamos y nos fuimos hacia el Wat Chiang Man. Es un templo pequeño que alberga una estatua de buda.
Relativamente cerca se encuentra el Wat Phra Singh. Uno de los templos más importantes de la ciudad. De camino nos compramos un coco en un puestecito callejero pero como siempre Altea terminó por adueñárselo.

El templo es grande y se pueden ver monjes por el recinto. Altea se durmió antes de llegar y tuvimos que hacer turnos para verlo.
Andando llegamos hasta el Wat Pha Bong. El tercer templo ya nos comenzó un poco a saturar. El calor y la humedad apretaban bastante.
Poppy se despertó y paramos por el patio del Wat Chedi Luang. Se comió un mango y dimos una vuelta por templos y stupas.

Cuando se hizo la hora de comer nos acercamos a un restaurante thai. Precio y comida muy buena. Altea se comió arroz con piña, anacardos y gambas. También parte del padthai picante de Pau.
Enseguida comenzó a llover y nos fuimos hacia la habitación. Descansamos un poco y nos duchamos. Si visitas Chianmai tienes que intentar que coincida en domingo. Las calles principales se convierten en un macro mercado de artesanía, ropa, joyas, decoración…
Andando por el mercado de repente nos tropezamos con una amiga. ¡Gal·la! De Gandía a Tailandia. Compramos algunas cosas y nos fuimos a dormir.
La mañana siguiente adrugamos un poco ya que habíamos quedado con un tuc tuc para visitar el Doi Suthep. Es un templo que hay en lo alto de una montaña. A nosotros no nos pareció nada del otro mundo. Nos comimos unas mazorcas de maíz y nos volvimos al centro.
Al llegar nos vino a recoger un taxi para llevarnos a un santuario de elefantes. En teoría rescatan a elefantes que están siendo explotados y allí los tienen cuidados. La actividad consiste en alimentarlos un poco, bañarlos en el río y rebozarlos de barro. Altea era una más y se metió en el río, se puso hasta arriba de barro y les alimentó con plátanos. No podría asegurar al cien por cien si realmente no los explotan. La verdad es que fue divertido pero no nos quedamos del todo tranquilos si realmente habíamos contribuido a su mejora. Comimos allí y nos volvimos al hotel.

Nos habíamos reservado un masaje así que hicimos turnos. Primero fue Pau y luego yo. Cuando terminamos nos acostamos a dormir.
Días 8 y 9: Chiangrai
Los dos días que pasamos en Chiangrai los dedicamos a descansar principalmente. De esta ciudad que se encuentra al norte solo teníamos intención de visitar dos templos por lo que habíamos reservado un hotel con piscina para poder desconectar.Llegamos a mediodía en un bus cómodo y tras algunas horas de trayecto. Un tuc tuc nos llevó hasta el alojamiento, hicimos el check in y nos aseguramos de tener un transfer para el aeropuerto nuestro día de viaje.
La primera parada fue un mercado para comprar fruta, agua y algunas cosas que nos hacían falta. De vuelta pasamos por un puesto de comida y compramos para que Altea pudiese comer. Nos bañamos en la piscina y estuvimos descansando.
Por la tarde una vez duchados y descansados nos fuimos andando al centro. Está muy cerca de nuestro alojamiento. Nos habían recomendado un espectáculo de luces que hacen en una calle donde hay un reloj. Se encendía de colores y sonaba música. Altea estuvo muy entretenida.
Muy cerca está el mercado nocturno. Hay ropa, artesanía, decoración… Y una zona para comer. Alrededor hay puestos como en un mercado, pides lo que quieres, te lo calientan o cocinan y te puedes sentar en el centro que hay mesas y sillas. Nosotros pedimos pescado y padthai. Comimos fenomenal.
De vuelta apalabramos un tuctuc para ir al día siguiente a dos templos que se encontraban un poco alejados del centro. Quedamos a las diez de la mañana. Nos fuimos al hotel a dormir.
A la mañana siguiente el conductor muy puntual nos llevó en primer lugar al Wat Rong Khun, también conocido por el templo blanco. Es una construcción todavía no terminada. Es un templo moderno en el que se pueden ver imágenes tan variopintas como Hello Kitty, Kung Fu Panda, Michael Jackson… Todo en tonos blancos y grises. La zona es muy agradable y hay un par de bares para tomar algo.
Acabada la visita volvimos al tuc tuc. Nos llevó entonces al Wat Rong Suea Ten o templo azul. Otro templo que se sale de lo convencional. Decorado todo en tonos azules brillantes destaca una escultura interior en blanco gigante. Altea se pasó todo el rato que estuvimos allí diciéndole hola al buda y haciendo volteretas. Tanto, que una señora que cuidaba el templo quiso hacerse fotos con ella.

Decidimos volver al hotel a la piscina y a descansar. Comimos algo y nos quedamos por allí.
Recuperadas las fuerzas volvimos a la zona de mercados del centro. Paramos en un puesto que había una mujer asando pescados. Me compré uno que me supo a maravilla. El pescado iba en una hoja de palmera y como no, Poppy quiso también.

Llegamos a la misma zona que el día anterior y Pau quiso hacerse un masaje. Enfrente había una cafetería llena de gatos. No nos lo pensamos dos veces y nos fuimos allí a tomar algo rodeadas de gatetes. Altea se lo pasó en grande acariciando a los gatos y bebiéndose mi batido de chocolate.
Al terminar, nos fuimos a cenar a un sitio de barbacoa. ¡Menudo acierto! En las mesas había un caldero lleno de brasas y nosotros pedimos algo de carne, pescado y verduras. Nos lo cocinamos nosotros.
Volvimos a dormir y a recoger la habitación. Nos esperaba un día largo a la mañana siguiente.
Días 10 y 11: Koh Tao
La última mañana que pasamos en Chiangrai los pasamos en la habitación por culpa del monzón. No teníamos nada planeado pero una última vuelta igual hubiésemos hecho. Sobre mediodía fuimos a comer al restaurante que había al lado del hotel. Volvimos a por el equipaje y esperamos a que el tuc tuc viniese a por nosotros para llevarnos al aeropuerto.
Dormimos todo el vuelo a Bangkok. Cuando llegamos fuimos en metro hasta la estación de tren. Nos apetecía mucho probar el tren en Tailandia. La verdad es que el servicio ferroviario fue fantástico. Era un tren nocturno y tras comer algo que habíamos comprado en la estación nos dormimos todo el trayecto.
A las cinco de la mañana llegamos a Chumphon. Bajamos y nos acercamos al bus que nos llevaría hasta el puerto. Todo parecía ir bien hasta que el bus se estropeó y tuvimos que bajar todos y esperar a uno de repuesto. Altea estuvo durmiendo todo el rato.
En el puerto compramos los tiques a Koh Tao y esperamos a que zarpara.
Al llegar, nos buscamos un tuc tuc que nos llevase al alojamiento. El hotel estaba bien. No de lo mejor que hemos estado pero tampoco mal. Teníamos tres camas y además la piscina estaba limpia. Descansamos un poco y nos duchamos para salir a comer.
Después decidimos ir a investigar y encontrar una playa de la que nos habían hablado pero andamos por cuestas y por rocas y no la supimos descubrir. Al final desistimos y volvimos hasta la zona del hotel. El tiempo no acompañaba mucho pero pasamos el rato allí.
De vuelta paramos en una agencia para reservar para el día siguiente un tour por la barrera de coral y las calas cercanas.
Quisimos cenar pizza para descansar de la comida asiática una poco y encontramos un sitio que no estaba nada mal. Lo que nos sobró lo desayunamos al día siguiente.
El segundo día completo en Koh Tao comenzó cuando antes de las diez de la mañana nos vinieron a recoger para hacer el tour en barco por la barrera de coral y los alrededores. Llegamos a la oficina, nos inscribimos y nos dieron aletas, tubo y gafas de buceo.
La primera parada fue Koh Nanguyan. Una isla pegada a Koh Tao de arena blanca y agua cristalina. Allí nos dejaron un par de horas. Pau se fue a hacer snorkel y yo me quedé con altea buscando conchas. Se veían los peces a simple vista. Pau vio hasta un tiburón.
Cuando se hizo la hora regresamos al barco y nos dieron de comer. Había una especie de bufé abordo. Altea cayo rendida y durmió dos horas en una esterilla en el suelo.
Luego paramos hasta en cuatro sitios más: Mango Bay, Lighthouse Bay, Aow Leuk y Shark Bay. Yo no bajé del barco para quedarme con la nena pero Pau disfrutó del snorkel.
A las seis regresamos al puerto y nos duchamos y cenamos. Nuestros dos días en Koh Tao habían sido bastante más relajados y tranquilos aunque el final del viaje se acercaba ya.
Días 12, 13 y 14: Koh Samui y regreso a casa
Nos levantamos relativamente pronto, hicimos las mochilas y nos fuimos a dar la última vuelta por los alrededores. Seguía sin hacer demasiado buen tiempo.
Sobre las doce volvimos, nos duchamos y salimos a comer para hacer tiempo hasta que llegase nuestro transfer. Llegamos al puerto y estaba lleno de gente que venía, otros se iban… Era un poco caótico pero no tuvimos problemas para encontrar los billetes. El ferry tarda unas dos horas dependiendo del estado del mar. Nosotros pensábamos que los ferris eran cutres y en realidad están fenomenal.
Llegamos a Koh Samui y nos fuimos directos al hotel. Para los dos últimos días en Tailandia había decidido reservar en un resort que nos dejase buen sabor de boca al final del viaje. Las vistas eran espectaculares y las instalaciones también. El único inconveniente es que hacía falta vehículo para moverse.
Nos refrescamos en la piscina y cenamos en el mismo restaurante del hotel. La comida estaba buena pero el servicio fue lamentable. Tardaron casi una hora en traer la comida. Nos fuimos a dormir al rato de cenar.

Nos levantamos con ganas de explorar un poco la isla y decidimos ir andando hasta encontrar un taxi. El hombre, muy amable, nos propuso una ruta para ver lo más destacable de la isla.
La primera parada fue Wat Phra Yai o Gran Buda. Es un templo con unas escaleras muy altas y un buda de unos doce metros. Alrededor del buda hay unas campanas para tocarlas cuando pides un deseo y Altea no paró de hacerlas sonar.
Luego nos llevó al Wat Plai Laem. Es un templo budista que se encuentra en un lago con tres puentes. Al final de esos puentes hay tres estatuas. El sitio era muy tranquilo y se respiraba paz. Pasamos allí un ratito imitando las posturas de las estatuas.

Una vez vistos los dos templos le pedimos al conductor que nos llevase al Fishermans Village. Es un pueblo pesquero lleno de restaurantes que ofertan en su mayoría lo que han pescado del día. En las puertas se pueden ver los menús y combos que hacen. Nosotros nos decantamos por uno que ofrecía un plato de todo un poco: gambas, langosta, pescado, cangrejo… Aunque no era el más barato, fue el que mejor sensación nos dio. Además conseguimos una mesa con vistas. ¡Buenísimo!
Altea comenzó a encontrarse mal de la barriga y no quiso comer más que arroz blanco. Al salir compramos los últimos souvenirs y nos volvimos al hotel. Cuando llegamos, Pau comenzó a sentirse mal también. De hecho, se tuvo que acostar y nos salimos Altea y yo a la piscina a disfrutar de nuestros últimos ratitos de vacaciones… No cenamos.
Nuestro último día comenzó con la incertidumbre de saber si íbamos a tener problemas de estómago pero parece que nos respetó. Teníamos un largo camino por delante así que nos quedamos en el hotel por la mañana ultimando maletas y en la piscina.
Sobre las cinco de la tarde pedimos un taxi para ir al aeropuerto. Al final acabamos compartiéndolo con otra pareja que se hospedaba en el mismo hotel. Llegamos al aeropuerto de Koh Samui y sin problemas embarcamos hacia Bangkok. Una vez aterrizados recogimos el equipaje de la cinta y lo volvimos a facturar en Emirates esta vez con destino Madrid.
Como siempre los dos vuelos fueron genial. El viajar de noche ayuda mucho a que podamos descansar y Altea se entretuvo mucho caminando por el avión.
Aunque siempre recordaremos Tailandia con el sabor agridulce de las circunstancias, para nosotros supuso un reto con Altea. Esta vez no era Japón, un país con todos los servicios sanitarios al alcance, unas comunicaciones y carreteras excelentes o una variedad gastronómica abundante. Tailandia era un reto para nosotros, de demostrarnos a nosotros mismos que con niños es posible viajar a destinos exóticos. ¡Lo hemos conseguido!
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